Fotogrfía - Kike Barona

¿Qué es una orquesta?

Una orquesta es básicamente un grupo grande de instrumentistas. En ese sentido podemos hablar de una orquesta de percusión, una orquesta de cuerdas o de vientos, etc. Pero la acepción más común hoy en día en Occidente es la que se refiere a la Orquesta Sinfónica que es un conjunto de instrumentos de cuerda, instrumentos de viento (madera), metal y percusión.

LOS GRUPOS DE INSTRUMENTOS EN UNA ORQUESTA SINFÓNICA

En una orquesta sinfónica encontramos habitualmente cuatro grupos principales:

CUERDAS:

  • 18 violines primeros
  • 15 violines segundos
  • 12 violas
  • 12 violonchelos
  • 9 contrabajos
  • 1 ó 2 arpas, de ser necesario

VIENTOS O MADERAS:

  • 3 flautas, 1 piccolo
  • 3 oboes
  • 3 clarinetes
  • 1 clarinete bajo
  • 3 fagotes
  • 1 contrafagot

METALES:

  • 4 cornos
  • 4 trompetas
  • 3 trombones
  • 1 tuba

PERCUSIÓN:

  • Timbales
  • Platillos
  • Campanas
  • Tambor
  • Gong
  • Marimba
  • Xilófono

DISPOSICIÓN DE LA ORQUESTA SINFÓNICA EN EL ESCENARIO

LA ORQUESTA EN EL TIEMPO

En las antiguas Grecia y Roma se llamaba Orquesta al espacio a nivel de la tierra de un anfiteatro. En el renacimiento pasó a llamarse Orquesta al área que se encuentra justo en frente de un escenario y que se utilizaba con diferentes propósitos. Ese espacio era el lugar ideal para situar a los instrumentistas que acompañaban a cantantes y bailarines en el siglo XVII, por eso, un siglo más tarde, se conoció con ese nombre al grupo de instrumentistas que tenían una identidad como ensamble y el lugar pasó a ser llamado foso orquestal. Desde entonces la historia de la orquesta entendida como ensamble musical, ha estado ligada al tipo de instrumentos que se usan y su cantidad, el entrenamiento de los instrumentistas y el papel que juegan las orquestas en la sociedad.

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Renacimiento y barroco

Las primeras orquestas europeas, conformadas por instrumentos de cuerda, vientos de madera, órganos y clavecín, acompañaban espectáculos teatrales para las cortes, así como sus eventos sociales. Muchas veces los músicos eran empleados de la corte quienes, cuando no tocaban desempeñaban otros oficios, como jardineros o cocineros, etc.

El inicio
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La orquesta clásica

Es la orquesta estándar. Está conformada básicamente por violines, violas, violonchelos, contrabajos, dos oboes, dos cornos, uno o dos fagottes, un teclado (clavecín u órgano). Para algunas obras también trompetas y timbales. Poco a poco otros instrumentos como flautas, clarinete, oboes, cornos y trombón se volvieron también indispensables. Para esta orquesta escribieron sus obras Haydn, Mozart y Beethoven, aunque este último la expandió para sus sinfonías, 3, 5, 6 y 9. En ese entonces, no existían las salas de concierto que conocemos hoy. Las orquestas se presentaban en los teatros de ópera, en palacios y en edificios públicos. Estos conciertos muchas veces eran patrocinados por nobles y los asistentes eran invitados especiales. Los conciertos de las orquestas eran en gran parte el reflejo de la vida cultural de la aristocracia. Fuera de las cortes se formaban orquestas eventualmente solo para proyectos en particular. Fue así como se estrenaron muchas obras de compositores de la época.

1740 - 1815
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La orquesta romántica

La orquesta vivió una gran evolución y expansión durante el siglo XIX pues cada vez se hizo más grande e introdujo nuevos instrumentos. De acuerdo a la actitud romántica, los compositores expresaron más libremente sus sentimientos que traducidos a la música exigían enormes orquestas (Berlioz, Wagner, Mahler, Strauss, Stravinsky) Las orquestas se convirtieron en una institución importante de la vida musical pública, lo que trajo consigo la apertura de nuevos conservatorios y el reconocimiento de la música como profesión. También los instrumentos se fueron perfeccionando de acuerdo a las nuevas exigencias musicales e incluso surgieron algunos nuevos que a su vez influyeron en las nuevas orquestas.

1815 - 1900
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La orquesta moderna

Si bien durante el clasicismo y el romanticismo el repertorio de las orquestas estaba conformado por obras de su propio tiempo, desde finales del siglo XIX y durante la primera mitad del siglo XX se volvió habitual interpretar las obras de tiempos pasados, por eso la orquesta se mantuvo básicamente con la misma estructura que tenía en el romanticismo. Es cierto que muchos instrumentos se inventaron en este periodo (saxofón, corneta, tuba wagneriana, fliscorno) pero solo aparecían en obras específicas y ninguno se instaló definitivamente en la orquesta. Lo mismo sucedió con el desarrollo tecnológico que se dió en otros aspectos musicales, con instrumentos eléctricos, la amplificación electrónica, los computadores, que no afectaron la orquesta sinfónica.

HOY

Por otro lado la orquesta como institución permaneció tal como se estableció en el siglo XIX, cuando dejó de ser parte de una corte para ser manejada por un estado, una ciudad o alguna institución pública, y en muchos casos pasó a ser parte de una cadena radial, generalmente también del estado. Por supuesto existen otras modalidades, por ejemplo en las orquestas subsidiadas por fundaciones privadas como es habitual en Estados Unidos. Existen también algunas orquestas que funcionan como cooperativas y que son manejadas por los músicos mismos. Es el caso de la Orquesta Filarmónica de Viena y la Orquesta Filarmónica de Israel (que estará en el Teatro Mayor el 16 de agosto de 2016)

¿CUÁL ES LA DIFERENCIA ENTRE UNA ORQUESTA FILARMÓNICA Y UNA SINFÓNICA?

La única diferencia está en el nombre. Sinfonía significa concordancia, armonía, un acuerdo de sonidos y Filarmonía significa pasión por la música, pero las orquestas que llevan uno u otro nombre son iguales en cuanto a los instrumentos que las conforman y también en cuanto al repertorio que interpretan.

OBRAS CON ORQUESTAS PARTICULARES

Sinfonía n. 8 ‘De los mil’ de Gustav Mahler

Por la cantidad de músicos que requiere tanto en la orquesta como en el coro. Fue escrita para 8 solistas vocales, dos coros, coro de niños y gran orquesta que incluye metales fuera del escenario, dos arpas, celesta, mandolina, órgano, piano y una gran sección de percusión.

Gurrelieder de Arnold Schönberg

Requiere una orquesta de 144 músicos, además de un narrador, cinco solistas vocales, un gran coro mixto y otro coro masculinos.

Sinfonía Turangalila de Olivier Messiaen

Que incluye además de piano un curioso instrumento llamado Ondas Martenot. esta obra será interpretada en el Teatro Mayor el martes 28 de junio de 2016 en uno de los tres conciertos de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela dirigida por Gustavo Dudamel.

Sinfonía n. 1 Gótica de Havergal Bryan

Es una de las sinfonías más largas y también una de las que más fuerzas orquestales requiere, además de solistas vocales y un coro de unas 600 personas, necesita unos 200 instrumentistas.

DATOS INTERESANTES SOBRE LAS ORQUESTAS

Fotografía: Christian Flierl

ORQUESTA DE CÁMARA

Es una orquesta conformada por máximo 30 integrantes. Un ejemplo es la Kammerorchester Basel de Suiza que estará en el Teatro Mayor dirigida por Daniel Hope el viernes 6 de mayo de 2016

MUJERES EN LAS ORQUESTAS

Solo a partir de la segunda mitad del siglo XX se permitió la participación de mujeres en las orquestas. Aunque muchas mujeres se preparaban profesionalmente en música, solo podían hacer parte de orquestas femeninas exclusivamente (excepto por las arpistas). Algunas orquestas alemanas permitieron la participación de mujeres mucho más tarde. La OFV en 1990.

PRIMERAS ORQUESTAS PROFESIONALES

La Orquesta Filarmónica Real de Londres fue creada en 1813. La Orquesta del Conservatorio de París en 1828. En 1842 fueron fundadas la orquesta Filarmónica de Viena y la Orquesta Filarmónica de Nueva York. La Sinfónica de Boston nació en 1881.

LOS DIEZ MEJORES AUDITORIOS PARA OÍR MÚSICA CLÁSICA

1

Musikverein de Viena.

Sede del tradicional Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena.

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2

Festspielhaus de Bayreuth.

A pesar de su pequeño aforo e incómodas sillas, tiene una de las mejores acústicas del mundo.

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3

Concertgebouw de Ámsterdam.

Ideal para escuchar un repertorio romántico tardío.

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4

Philharmonie de Berlín.

El público está alrededor de los intérpretes, una innovación en la disposición de a orquesta que cambió la experiencia musical.

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5

Teatro Real de Madrid.

De estética napolitana, tiene un tecnológico sistema de movimientos verticales de su escenario y una acústica impecable.

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6

Grosses Festspielhaus de Salzburgo.

Excavada en la roca, a la manera de un anfiteatro romano, en esta sala pueden escucharse todo tipo de repertorios debido a su gran acústica.

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7

Kursaal de San Sebastián.

Cada sonido se aprecia en este escenario cuya buena visibilidad es una de sus mejores características.

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8

Tonhalle de Zúrich.

A la manera de las shoebox sinfónicas, cuenta con una maravillosa acústica y un precioso diseño de fines del siglo XIX. Funciona para múltiples tipos de repertorios.

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9

Auditori de Girona.

Sus paredes de madera crean una atmósfera acogedora en la cual el sonido brilla.

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10

Concert Hall de Schloss Elmau en los Alpes Bávaros.

Justamente su por su lejanía de la ciudad, brinda una intimidad privilegiada, y el mejor sonido dentro de las montañas.

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Fuente: www.duendemad.com

orquesta filarmónica de viena, OFV

BREVE HISTORIA DE LA OFV

Sin duda es una de las orquestas más importantes del mundo, con una larga trayectoria que va unida a la excelencia en la interpretación del repertorio europeo. Para muchos, asistir a un concierto de esta orquesta en el Musikverein de la capital austriaca es todo un sueño. Aún más cuando se trata del famoso concierto de fin de año con los famosos valses de la familia Strauss, del Concierto de verano al aire libre en los jardines del Palacio de Schönbrünn o el gran baile anual de gala al estilo del siglo XIX. Pero más allá de estos eventos soñadores, la OFV es reconocida por la calidad de sus interpretaciones de música académica de lo grandes maestros europeos. Lo que define a la OFV es una interpretación nítida con un sonido especial que se logra gracias a la calidad de sus intérpretes y a los mismos instrumentos que utiliza, construidos especialmente para lograr un sonido muy puro enmarcado en la tradición. El sonido que emiten las cuerdas ha sido admirado históricamente. La orquesta utiliza instrumentos de viento y metales que no tienen el brillo de los instrumentos modernos.

En la época de Haydn, Mozart y Beethoven, Viena era el centro musical de Europa, pero allí no existía una orquesta. Los ensambles más estables eran los que pertenecían a los teatros de ópera, pero las obras sinfónicas de estos compositores y de muchos otros se presentaban allí interpretadas por ensambles de instrumentistas que eran convocados para cada caso en particular.

Un primer intento de crear una orquesta estable se debe al compositor Franz Lachner, primer director de la ópera de Viena y amigo personal de Schubert, quien viendo la necesidad de una orquesta estable especializada en repertorio sinfónico, conformó en 1833 el Künstler Verein, pero solo llegó a presentar cuatro conciertos (todos incluían sinfonías de Beethoven) y se disolvió debido a temas administrativos.

Nueve años más adelante revivió la ‘idea filarmónica’ de Lechner gracias a un grupo de intelectuales que incluía varios críticos respetables además del poeta Nikolaus von Lenau, el Conde Laurencin y el compositor Otto Nicolai, autor de la ópera Las alegres comadres de Windsor y en ese entonces director del teatro de ópera Kärntentortheater. Nicolai dirigió un concierto con los miembros de la orquesta del Hof-Operntheater, bajo el nombre de Academia Filarmónica el 2 de marzo de 1842, fecha que se considera como el inicio de la OFV. Fue el primero de varios conciertos que se ofrecieron con cierta frecuencia hasta 1847 cuando Nicolai abandonó Viena. La actividad de la orquesta se redujo debido a la Revolución de 1848. Solo a partir de 1860 la actividad se regularizó con los conciertos por temporada.

Concierto de verano de la OFV

En 1938 se decretó la disolución de la orquesta, pero Wilhelm Fürtwängler, director permanente durante el periodo nazi, logró reversar la decisión. Este capítulo de 1938 al 45 ha sido conocido como las “páginas oscuras” de la OFV, y de éste se conoce que seis músicos judíos fueron asesinados y diez deportados hacia los campos de concentración. Diversos estudios se han llevado a cabo sobre la politización de la orquesta bajo el régimen nazi. En 2011, Fritz Trümpi publicó el libro “Orquestas politizadas: las orquestas filarmónicas de Viena y Berlín bajo el nacional socialismo”, así como Oliver Rathkolb, profesor de la Universidad de Viena ha revelado el compromiso nazi del director austriaco Herbert von Karajan.

Después de la Segunda Guerra Mundial, la orquesta volvió a tener una etapa de esplendor y continuó con su política de trabajar con todos los directores importantes del mundo. Desde 1945 hay que destacar a Karl Böhm, Herbert von Karajan y Leonard Bernstein.

BREVE CRONOLOGÍA DE LA OFV

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Primer concierto cuando se llamaba "Academia Filarmónica", considerada la primera orquesta profesional de Viena.

1842
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Cesan actividades.

1847 – 1860
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Carl Eckert dio inicio a una serie de Conciertos Filarmónicos por suscripción que no se ha interrumpido hasta la actualidad.

1860
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Se instaura invitar a prestigiosos directores por temporada y no tener un único director titular. Son los músicos de la orquesta los que deciden cual director invitar.

1860 ‐ 1933
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Bajo la dirección de Otto Dessoff se afianzó el repertorio de la orquesta, así como las reglas de su funcionamiento, y se logró el traslado a la sede definitiva, del edificio de la Musikverein.

1860 ‐ 1875
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Se afianza el prestigio internacional y la tradición interpretativa bajo la dirección de Hans Richter.

1875 ‐ 1883
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Gustav Mahler es el director y bajo su dirección la orquesta hace giras fuera de Austria por primera vez

1898 – 1901
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Felix Weingartner asume la dirección y ese año la orquesta se denominara Wiener Philharmoniker y asume el status de sociedad Autónoma.

1908
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Hasta la fecha Se ofrece el Concierto de Año Nuevo de Viena.

1941

DIRECTORES, COMPOSITORES Y OBRAS

Otto Dessoff

Algunos de los directores que dejaron huella fueron Otto Dessoff, quien introdujo al repertorio la obra de Brahms, Wagner y Liszt.

Hans Richter

Consolidó la agrupación como una orquesta de talla mundial y lideró su época dorada entre 1875 y 1898.

Gustav Mahler

Quien solo duró tres años al frente de la orquesta, fue quien dirigió el primer concierto de la orquesta fuera de Viena en 1900 con motivo de la Exposición Universal en París.

Felix Weingartner

Recordado por sus interpretaciones de Beethoven, Clemens Krauss, quien inició la tradición de los conciertos de año nuevo.

Brahms

En 1871 fue el solista de su Concierto para piano en re menor y en 1873 dirigió el estreno de sus Variaciones sobre el coral de San Antonio.

Bruckner

En 1887 Bruckner dirigió el estreno de su Sinfonía n. 3 en un concierto desastroso.

Otros nombres importantes relacionados con la historia de la OFV son Richard Strauss, Bruno Walter, Arturo Toscanini, Erich y Carlos Kleiber, Leonard Bernstein, Pierre Boulez, Carlo Maria Giulini, Sir Georg Solti, Claudio Abbado, Zubin Mehta, Esa-Pekka Salonen, Valery Gergiev.

El director colombiano Andrés Orozco-Estrada ya ha dirigido la OFV en dos oportunidades, y lo hará nuevamente el próximo mes de junio.

¿CÓMO FUNCIONA LA OFV?

Solo quienes hayan sido músicos de planta de la Orquesta de la Ópera Estatal de Viena pueden llegar a ser miembros de la Filarmónica de Viena.

La orquesta es autónoma en lo artístico, organizacional y financiero y en las decisiones participan todos los miembros de la orquesta.

En manejo diario es responsabilidad de un comité democráticamente elegido por la orquesta.

Los músicos debe ser de origen centro europeo pues consideran que de esa manera se preserva una calidad única del sonido.

Por mucho tiempo la OFV se negó a contratar mujeres, y hubiera preferido disolverse a ceder en la decisión por razones políticas. La excepción que confirma la regla es la arpista Anna Lelkes quien colaboró con la orquesta durante 26 años antes de ser nombrada como miembro oficial. A partir de 1990 se integraron instrumentistas femeninas.

CUESTIÓN DE TRADICIÓN

La veneración que desata la OFV es narrada en esta gran entrevista realizada por el diario El País, al violinista Clemens Hellsberg, quien preside la insigne orquesta desde 1997. Link a Entrevista: "En la Filarmónica de Viena somos soberanos"

Leer la entrevista

Pero para ir más lejos es imprescindible leerse el discurso pronunciado por el director Wilhelm Furtwängler en 1942, en ocasión del centenario de la Orquesta Filarmónica de Viena. Un manifiesto de lo que representa esta institución en la historia, pronunciado en un muy complejo momento de nuestra historia.

“Uno podría suponer que aquellos que conocen un tema desde dentro, es decir, que aquellos que están personalmente implicados, deberían ser los mejor informados. Pero la experiencia demuestra que no siempre es así. Al contrario, uno encuentra con frecuencia que los discursos más sutiles son de aquellos cuya relación con el tema es teórica, incluso puramente “retórica” y mi discurso, por consiguiente, será más difícil puesto que el que habla es parte del tema, es decir, se encuentra en el mismo epicentro.

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Así pues, mi estimada audiencia, puedo asegurarles que no será nada fácil para mí hablar de ellos, puesto que he estado vinculado a la Wiener Philharmoniker durante muchos años como su director principal. Sin embargo, al hacerlo, no esperen que reitere lo que todo el mundo ya ha dicho. Por lo tanto, no voy a repetir o a agregar nada a los himnos generalmente de alabanza sobre esta extraordinaria orquesta. Que aquí, en Viena, se considere a la Philharmoniker la mejor orquesta del mundo es absolutamente normal. Pero la gente de Amsterdam afirma lo mismo sobre su orquesta. Pronto tendremos la oportunidad de resolver esta pregunta por nosotros mismos.

Y así en cualquier parte, en Berlín, Dresde, Munich, París, Londres o Milán encontramos un patriotismo local similar, por no decir nada de América. Intentemos aclararar qué hace a la Wiener Philharmoniker distinta de las otras orquestas.

Para comenzar, existe algo de carácter externo: Como ustedes saben, los músicos de la Wiener Philharmoniker, eligen a sus propios directores. Esto es algo extraordinario, especialmente hoy, en esta era del estado autoritario. Sin embargo, no es ninguna coincidencia que la prerrogativa de la Wiener Philharmoniker les fuese concedida, incluso en la nueva Alemania. En arte existe una peculiar característica en lo concerniente al principio de autoridad: Si es externa -la autoridad no procede de dentro, la cual se basa pura y simplemente en la maestría del arte genuino-, no conseguiremos los objetivos deseados y previstos, porque éstos no son posibles sin la preparación interna de todo el equipo artístico.

La primera vez que vine a Viena, uno de los directores principales del momento me describió la Wiener Philharmoniker, una orquesta que él mismo dirigió y conocía bien. Me dijo que era una orquesta sin ningún género de duda repugnante, llena de malicia y artificio y que vivía con su director en un, en apariencia, permanente estado de animosidad. Para una orquesta, esto resulta extraño y no exactamente digno de encomio. Sin embargo, permite llegar a la conclusión de que estos músicos lo utilizan para tomar una postura activa hacia su director. Yo mismo no puedo corroborar este juicio desde mi propia experiencia, aunque eso no debe incitar a pensar que los caballeros de la Philharmoniker sean particularmente fáciles de dirigir como individuos. Pero sí son una cosa: todos han nacido músicos y apasionados por su trabajo. Mientras que el director permita que el lenguaje natural de la música hable, ningún miembro de la Philharmoniker le ignorará. El hecho de que suenen diferente bajo cada director no va en contra de ellos; es simplemente, natural. Si, en alguna ocasión, el sonido es tal que no puedes creer que estés escuchando a la renombrada Wiener Philharmoniker, tampoco es por su culpa o, por lo menos, la culpa no es solamente suya. La orquesta expresa su individualidad per se en un grado superior a lo habitual, adoptando así su propia posición y expresando su propia opinión. Con esto no me refiero a la actitud consciente de cada uno de sus miembros, sino a algo totalmente inconsciente, dirigido primordialmente a la característica musicalidad del director, quien estimula a la orquesta a adoptar instintivamente una postura a su favor o en contra de él. La primera vez que vine a Viena para quedarme durante un largo período –hace 20 años-, fue como director de la Viena Tonkünstler, la cual ya no existe hoy, pero que en aquel entonces era una orquesta excelente. Asistí a menudo a los conciertos de la Philharmoniker, dirigida en aquel momento por Weingartner y quedé especialmente impresionado por el extraño, luminoso y etéreo sonido de las cuerdas. Aquellos “expertos” –que en Viena se cree que son muy numerosos-, me aseguraban que principalmente se debía a los buenos instrumentos con que tocaba la Philharmoniker. Para sus conciertos utilizaban, como todavía lo hacen hoy, instrumentos de cuerda del luthier Lemböck. Por lo tanto, visité a este caballero. Herr Lemböck me confió amablemente el quinteto de la Philharmoniker para mi Tonkünstler y tuve los medios y la esperanza de llevar a mi orquesta hasta el mismo hermoso sonido que la famosa Philharmoniker. No obstante, desafortunadamente, esta empresa resultó decepcionante. De ninguna manera, el sonido de mi orquesta resultó más “filarmónico”. Finalmente, solamente llegó a ser más deslucido y carente de intensidad de lo habitual. Nos vimos forzados a recular y coger de nuevo nuestros propios y familiares instrumentos para el concierto siguiente. No son simplemente los instrumentos los que hacen la música, ni siquiera cuando consideramos el sonido en sí mismo. Tampoco es la “escuela” ni la maestría, sino los seres humanos y su sensibilidad personal para la vida los que son responsables de la expresión artística, como agentes del verdadero trabajo. Y, precisamente, los músicos de la Wiener Philharmoniker, por su peculiaridad, son una prueba viviente.

Así pues, ¿qué es lo que diferencia a esta orquesta, en un análisis final, de otras? ¿Qué le otorga su especial posición en el mundo de la música europea? Puesto que, durante mi carrera, he tenido la oportunidad de dirigir a casi todas las mejores orquestas de la tierra, puedo agregar algunas palabras al respecto. Lo que veo como la base del excepcional status de la Philharmoniker -tan paradójico como pueda sonar en un principio-, es que se trata de una orquesta exclusivamente vienesa. Cada uno de los miembros, que ustedes ven aquí, son, salvo algunas honrosas excepciones, vieneses bona-fide. Incluso la mayoría han nacido en Viena. En cualquier caso, fueron traídos aquí y han estado en activo desde su juventud. Aquí tenemos la escuela vienesa de flauta, oboe y clarinete; los fagots y las trompas vienesas, el viento. Sin excepción, los miembros de esta orquesta descienden de escuelas y tradiciones vienesas. Todo el multiforme aparato, este grupo de virtuosos de primera fila, son todos hijos de una sola región, de una sola ciudad. No hay nada parecido en ningún otro lugar del mundo. Entre la población de ninguna otra ciudad de la tierra tiene la música un campo tan vasto de posibilidades; ninguna otra ha conseguido ser tan productiva musicalmente como Viena. En realidad, esto también lo encontramos en el folcklore –una música profundamente arraigada en la tierra. En París tocan música absolutamente francesa; en Milán, italiana; en Berlín, alemana; en parte del norte de Alemania. Tales ciudades representan el punto focal musical de grandes países y sus orquestas acogen a sus miembros de todas partes del mundo, por lo tanto los músicos vienen de provincias y países diversos. Viena, por su parte, traza su fuerza exclusivamente de la propia tierra del Ostmark [Austria]. Más aún, por lo que respecta a la música, se alinea con gran uniformidad, con un sello único, definido y propio. De hecho, la gran repercusión que Viena ha tenido en los músicos de alrededor del mundo entero siempre ha sido algo extraordinario. Haydn, Mozart, Beethoven, Schubert, Brahms, Bruckner y ahora finalmente Richard Strauss -¡qué otra ciudad en el mundo puede exhibir tales nombres! Viena, todavía –a diferencia de Berlín-, no se ha convertido en una ciudad de la música, una ciudad global, un mercado musical o una Bolsa internacional de música. Tan diversa como ha sido su vida musical, Viena siempre ha permanecido como un insólito refugio musical, formada por los mismos músicos. Todavía hoy es así. En una ocasión, le preguntaron a Brahms porqué vivía en Viena, a lo que respondió: “¡Sólo puedo vivir en un pueblo!”

Esta uniformidad que conforma su población es la que hace de la Wiener Philharmoniker un prototipo de orquesta de la gente en el sentido más genuino, la encarnación de una región alemana. Y esta misma uniformidad también origina y forma las características típicas de esta fisonomía musical de la orquesta. Justamente ahí radica la base de esa particular plenitud, la rotundidad y homogeneidad de su sonido que ninguna otra orquesta es capaz de exhibir ni en Europa ni en América. ¡Cómo juegan entre ellos los sonidos emanados de los diferentes instrumentos! ¡Cómo se funden la madera con la cuerda, las trompas francesas con el metal en un todo de dulzura y esplendor excepcionales! ¡Cómo llega con claridad -en cada uno de sus movimientos- a expresar el sentimiento común de la vida musical que inspira a cada uno de los miembros de la orquesta! Piensen únicamente en cómo están normalmente remendadas cada una de las partes de otras orquestas. Bien es cierto que las orquestas de Berlín – la Berliner Philharmoniker y la Berliner Staatskapelle- también tienen miembros nativos de Berlín, pero son la excepción. Berlín nunca fue una ciudad como Viena, la cual ha producido año tras año generaciones de músicos que podrían entrar en las filas de cualquier orquesta de elite. En otras ciudades como Dresde, Munich y otras capitales europeas, no existe diferencia a la hora de invocar una vida musical autóctona. Sin embargo, este es el contraste más grande entre el tipo de orquesta representado por la Wiener Philharmoniker y las orquestas formadas por virtuosos internacionales, especialmente las aparecidas en el Nuevo Mundo [Estados Unidos] durante las últimas generaciones, cuyos miembros han sido deliberadamente contratados por todo el mundo. Allí, la madera pertenece sobre todo a la escuela francesa, la cuerda a Bohemia o a Austria y el metal a Alemania. Los mejores y más preeminentes músicos de todo el mundo han sido contratados por un montón de dinero para formar -por lo menos en lo que respecta a su habilidad técnica- un conjunto lo mejor ensamblado posible. No obstante, de las muchas ventajas que una orquesta puede poseer, según mi experiencia, ninguna de ellas logra la distintiva calidez, la absoluta delicadeza y –tal y como he mencionado antes-, la homogeneidad del sonido de nuestra Wiener. Esto también tiene su explicación; el sonido de la Philharmoniker es un producto natural. Ni puede ser conseguido a posteriori con ajustes de sonido ni tampoco con ejercicios técnicos y, por lo tanto, no puede ser substituido por dichos medios. Con esto no quiero desacreditar a otras orquestas, porque son grandes orquestas, por así decirlo, de individualidades. Cada una de ellas, como ésta, posee su propia fuerza y sus puntos flacos. En realidad, no deben compararse unas con otras. Sólo pretendo apuntar las peculiaridades de la vienesa.

Puede decirse que, a diferencia de una americana -cuya orquesta demuestra en el más amplio sentido qué se puede hacer con dinero, con mucho dinero-, nuestra Wiener Philharmoniker –tal como es-, tiene algo que es imposible de hacer, tener o sustituir ni con todo el dinero del mundo. Me dicen que una característica del nacido en Viena es que nunca saldrá de Viena excepto bajo circunstancias extremas. Este hecho se debe a que quizá Viena se encontraba en disposición, también ahora, de crear y mantener una orquesta de tales características a partir de su propio “stock”. En cualquier caso, la experiencia demuestra que es extremadamente difícil persuadir a un músico vienés, sea quien sea, de que viviese en cualquier otra parte, aunque en ese lugar también hubiese buena música. No se trata únicamente del sonido en sí mismo de los músicos de la Philharmoniker, que está condicionado por la étnica y escolástica uniformidad de su preparación. Esta uniformidad también se aprecia en la unidad de su sensibilidad, en la alineación de sus impulsos musicales. Hay en esta orquesta una destacable seguridad en todos estos aspectos, caracterizada por la pura creación musical y una fuerza y una naturalidad innatas de instintivas reacciones musicales. Aquí radica la razón del porqué encontramos todo esto como una música demasiado cerebral y excesivamente intelectual llena de dudas y obvias preocupaciones y porque se rechaza tranquila pero firmemente todo lo que resulta forzado, simplemente mental, todo aquello que aspira a ser considerado un “progreso” en la música. Si Viena es algunas veces criticada desde fuera por una actitud extremadamente conservadora en asuntos musicales –como puede comprobarse-, también ha resultado ser bueno y tener su lado positivo.

Puede parecer que quizá no me he mantenido fiel a mis intenciones, porque, después de todo, solamente he elogiado a “mi” Philharmoniker. Alguien dirá que yo –especialmente yo-, quizá debería haber mencionado también la otra cara, los inconvenientes –puesto que todas las ventajas tienen sus inconvenientes-, que debería haber dicho que incluso una orquesta como la Wiener Philharmoniker no debería mirar burlonamente las directrices que han hecho grandes a otras orquestas y que, básicamente, sin disciplina artística no se gana nada; pero esa persona no debería confundir la naturalidad de los sentimientos y el auténtico instinto con este tipo de complacencia que se ve frecuentemente en Viena, la cual sólo constata que el tiempo pasa y que enfrenta a lo nuevo o de alguna manera inusual con lo arraigado, a menudo con obstinada animosidad. Quizá pueda concluirse que en Viena resulta demasiado fácil caer en el peligroso autoelogio y la autocomplacencia. Al respecto me gustaría enfatizar algo: la disciplina artística, en el más amplio sentido, se demuestra mejor, creo yo, cuando nosotros -la Philharmoniker y yo- tocamos juntos durante nuestros conciertos regulares. Todo lo que he dicho sobre los músicos de la Philharmoniker no se dirige especialmente a Viena y a los vieneses. Ellos no necesitan que nadie les diga qué es su Philharmoniker. Más bien, es algo dirigido al resto de Alemania y al mundo musical de hoy, donde se necesita reiterar y enfatizar algo: Que lo más apremiante y más urgente que nunca en nuestro actual estado comprometido, es la clase de música que está haciendo esta orquesta –la cual, a pesar de toda su arrogancia y belleza, se encuentra todavía en la tierra, es instintiva y fluye de la naturaleza. Especialmente en la nueva Alemania, uno debe ser consciente del incomparable tesoro que poseemos con la Wiener Philharmoniker y como, al mismo tiempo, hemos adquirido la obligación de conservar esta perla y hacerla más y más eficaz.

¿Podrá la Wiener Philharmoniker, en este sentido, satisfacer todavía durante algún tiempo la indispensable misión que le ha sido encomendada en la vida musical europea?”.

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Valery Gergiev

Fotografía: Marco Borggreve
Fotografía: Marco Borggreve
Fotografía: Marco Borggreve
Fotografía: Marco Borggreve

Una ilustración de la revista The New Yorker se acerca muy acertadamente a quién o cómo es Valery Gergiev, el director ruso que conducirá en el Teatro Mayor, de Bogotá, Parsifal de Wagner y la Sinfonía Manfredo de Tchaikovsky. Se trata de un gigante de manos inmensas, mirada profunda y barba apenas creciendo sobre sus mejillas. Un director que se ha convertido en una vedette internacional, famoso por haber dirigido toda una tanda de Mahler por más de nueve horas seguidas, por hacer giras de cientos de conciertos anuales por todo el mundo y dirigiendo las mejores orquestas del mundo, por ser la cabeza del imponente teatro Mariinsky de San Petersburgo, por haber descubierto la increíble voz de Anna Netrebko, y quizá la más controversial de todas las razones, por ser un alfil de Vladimir Putin, una suerte de embajador afecto al régimen ruso, por tanto, criticado en diversos escenarios, como sucedió en 2013 a las afueras de la Metropolitan Opera House de Nueva York, en pleno estreno de la ópera Eugene Onegin, frente a la cual se plantó un agitado grupo de activistas LGBTI gritando consignas contra Gergiev y la Netrebko por su silencio cómplice en el maltrato a los gays en su país. Sin embargo, este hombre, nacido en Ossetia, en el Cáucaso ruso en 1953, ha logrado trascender las críticas -o convive con ellas-, y se dedica a lo que dice que es lo más importante para él: vivir el momento del concierto como algo único, como un ejercicio de creación, nunca de rutina.

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Verlo dirigir es una experiencia en sí misma. Habla con los ojos, mueve las manos impetuosamente al punto de que parece que fuera a volar, pero también tan suaves que todo se hace silencio. O explosión, como cuando dirige el Pájaro de Fuego de Stravinski. Oírlo en ensayo es oír sus susurros, es entender cómo es que siente que la música debe contarse, es escuchar sus ruidos guturales explicando un sonido. Para él, el ensayo lo es todo, y les exige a los músicos que saquen todo de sí. Sabe lo que es, y lo que hace, como cuando le explica a un joven músico el papel del director: “Soy importante ahora. No pueden empezar si mí”, dice en su golpeado inglés. Y si de vanidad se trata, hay que verlo peinarse con delicadeza para las fotos que vendrán, para los autógrafos que le pedirán. Aunque no suele negarse a hablar con sus fans a los que les dedica el tiempo suficiente después de un concierto. Poco, es verdad, pero suficiente para conversar un poco, tomar una comida ligera, revisar en el periódico el marcador de un partido de fútbol y emprender un nuevo viaje a algún lugar del mundo, seguramente con otro huso horario e idioma. Dice protegerse del mundanal ruido al no tener correo electrónico y cuando verdaderamente necesita desconectarse se escapa a las montañas de su infancia. Vive casi 8 meses al año por fuera de casa, por lo cual su familia, esposa, tres hijos, madre y hermana, viven en un mismo edificio. Es el titular de la Orquesta Sinfónica de Londres, y también tiene a su cargo la dirección de la máxima expresión de las artes rusas: el teatro Mariinsky, sueño nacionalista de Pedro El Grande, insignia de la tradición, cuna de los más grandes, Diaguilev, Anna Pavlova. La casa de la música, la ópera y el ballet. Para él, elegido para dirigir semejante institución cuando apenas contaba con 34 años, la misión ha sido preservar la cultura nacional, la tradición, el espíritu de lo clásico. Es él quien decide quién surge y quién no. Alex Ross, crítico y autor musical estadounidense ha escrito varios perfiles sobre él, y lo ha bautizado como “Imperious”, valiente palabra que denota tanto esa idea de lo imperial como de lo impetuoso. Menciona su inagotable energía y la forma como impone un estilo único, a veces, para su gusto, demasiado personal. Elogia la calidad con la que ha venido mejorando la orquesta del Mariinsky, que ha logrado colocar a varios de sus más jóvenes músicos en la escena mundial y define el estilo Gergiev: “sonidos de vino tinto en los cellos y los bajos, calibrados con precisión en las explosiones de percusión”, pero lamenta que al repertorio ruso, paradójicamente, le falte mayor matiz romántico. Al final, no logra quitarle a Gergiev su halo político al recordar que el terror estalinista en los tiempos de Shostakovich, narrados de manera magistral en sus composiciones, suenan extraños de su mano: “¿cómo debería uno reaccionar cuando la música de este compositor es dirigida por un conductor que ha creado su propio pacto con la autoridad y que ha legitimado las políticas del miedo? No hay una respuesta clara a esta pregunta. Todos hemos firmado nuestros compromisos con el poder; en todas partes, las más nobles expresiones artísticas se han circunscrito a condiciones sociales que las hacen ver hipócritas. Pero las ironías históricas alrededor de Valery Gergiev están volviéndose incómodamente intensas”. Efectivamente, Gergiev encarna de manera precisa la relación del arte con el poder, algo que no es nuevo, claro está, pero que impide que se idealicen las artes, como algo aséptico y fuera de la realidad. Y aquí vale a pena retomar a Teodoro Adorno cuando nos dice: “El arte no da respuestas, cambia las preguntas”.

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REPERTORIO EN BOGOTÁ

Richard Wagner y Piotr Ilich Tchaikovsky, dos grandes compositores de la expresión romántica conforman el programa de concierto de la OFV que contará con la batuta de Valery Gergiev en Bogotá.

En la primera parte del concierto se podrán escuchar dos fragmentos de la ópera Parsifal de Richard Wagner, (1813 - 1883) compositor que representa un punto culminante en la ópera alemana. Su filosofía de creación giraba en torno a la idea de la Gesamtkunstwerk, es decir una obra de arte total que contiene música, poesía, drama, pintura, filosofía y espectáculo visual en un todo. Como creador, Wagner tenía el control sobre todos esos aspectos pues no solo escribía la música y los libretos sino también diseñaba la escenografía y el vestuario. Para Parsifal, el último de sus dramas musicales, Wagner se inspiró en el personaje de Percival, uno de los caballeros de la Mesa redonda encargados de custodiar el Santo Grial y la lanza que hirió el costado de Jesucristo. Tanto el Preludio como El encantamiento del viernes santo, ponen de manifiesto la importancia de la orquesta para Wagner no sólo en su dimensión, es decir en su tamaño sino también en el uso de leitmotivs o motivos musicales que identifican personajes o representan ideas más abstractas. Una sección de metales ampliada en la orquesta tiene un efecto sobrecogedor lleno de significados místicos (tema del Sacramento, tema del Grial, tema de la fe).

El ruso Piotr Illich Tchaikovsky (1840 - 1893) autor de magníficos ballets, se inspiró en un poema del controvertido escritor Lord Byron para su Sinfonía Manfredo. La música, llena de expresión romántica, nos describe en cuatro extensos movimientos lo que sucede a Manfredo un personaje que, como el Fausto de Goethe, tiene contacto con fuerzas sobrenaturales pero no encuentra ninguna satisfacción en la vida. La música nos muestra su descontento, su agobio en medio de una naturaleza lúgubre, su desesperación causada por un amor fallido y enigmático, su descenso al infierno, y finalmente la muerte como liberación de su tormento.